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Tercer varapalo consecutivo al Yeclano en los minutos finales (1-2)
David Castillo   |   29 de Noviembre de 2020  -  23:51:00
Como si el fantasma de una película de terror se estuviera vengando de las cientos de veces que Sandroni ha machacado en sus comparecencias que los partidos duran 95 minutos, el Yeclano Deportivo sufrió un duro golpe al verse remontado por el Real Murcia en los últimos suspiros del partido. Todo un palo de esos de los que duelen porque, a diferencia de Betis o Lorca, el equipo azulgrana estaba en el tramo final transmitiendo en positivo dentro del contexto rudo que tuvo el choque.

Diseccionemos por partes. En el primer acto el Yeclano fue de menos a más ante un Real Murcia intenso e incluso al límite del reglamento como si Adrián Hernández estuviera controlando a los suyos con un mando de la Play Station. Los grana salieron muy bien y pudieron encontrar el gol en un remate al palo y un centro de Junior que Domi, habiéndose anticipado a la defensa, remató fuera. 

Sin embargo no lo hicieron, y el Yeclano fue acomodándose mejor una vez que Iker y Karim calibraron la sociedad con el resto de equipo que había de tres cuartos para atrás, casi siempre con el desplazamiento en largo como recurso. Con el paso de los minutos hubo un tímido conato de asociación entre el reconvertido carrilero Luis Castillo y Víctor Fenoll, y también se le fue viendo con el chip más centrado a Alberto Oca.

Precisamente de sus botas salió la mejor bola azulgrana, rematada por Iker Torre a portería forzando a Marcellán a hacer su única parada de la tarde.
Con la preocupación de lo mal que cayó con el cuello Chumbi, por primera vez los contratiempos eran ajenos en un intento de presagiar un cambio de la diosa Fortuna al tener que sustituir Adrián a su máximo goleador. Además, el volver a ver saltar a Selfa omnipresente en la medular y el buen final de la primera parte, con intentos de ataque y arreones con continuidad daban esperanza de que era el día.

La reanudación fue rara, saliendo más avispado el Murcia pero inmediatamente después imponiéndose el guion azulgrana, especialmente mejorado con la aparición, por fin, del talento de Javi Saura en la mediapunta acelerada por el riesgo de expulsión de un Karim que no termina de despegar. Pasado el cuarto de hora, llegó el gol del Yeclano. Con la camiseta del manto de la Virgen y en una cita tan especial en Yecla como es recibir al Real Murcia, difícilmente se podía cumplir la divinidad de que marcara el cuerpo y sangre del Yeclano, David Puche Chino. Vaquero la puso entre el punto de penalti y el área pequeña, y el gran capitán se anticipó en una versión de estrategia ya vista en La Constitución. 

Vibraron entonces las entrañas de los jugadores. Transmitían esa garra de arca cerrada que bombardea a los rivales y daban muestras de saber qué tenían que hacer desde la trinchera. 

Parecía que hoy sí que sí. Pero no. Adrián Hernández prescindió de un lateral para meter a Víctor Curto, y fue poblando atrevidamente la zona de arriba. No había apenas sensación de peligro, pero realmente iba a ser la calma que precede a la tormenta. El golpe se fraguó en torno a la figura de Bano. Él se lo comió con un testarazo potentísimo en el 83, y él la colgó en el 88 dentro del área para que Curto, tras dejada, controlara dentro del área y la pusiera ahí donde la ponen los buenos.

Unos que si por físico, otros que si por lo mental y otros que si por lo espiritual, el caso es que el Yeclano perdió un partido que tenía prácticamente en el bolsillo. Como todo en la vida, es necesario relativizar, porque si bien es cierto que el enfermo no tiene buena cara, también lo es que habría pasado de estar colista a estar en puestos de arriba si los partidos duraran ochenta minutos en vez de noventa y pico. 

Y es que todo el mundo tenemos errores, y hasta los mejores tienen días malos. Hasta la magnífica gente de la Curva Bar lo tuvo hoy, convirtiendo el gesto de colocar un maniquí con la elástica del Cartagena en el aniversario del bonito hermanamiento con la afición albinegra razonado en que lo repetirán con la del Villarrobledo la próxima semana cuando también se cumple el aniversario de hermanamiento con los manchegos. Probablemente se hizo de buena fe, pero todo tiene sus interpretaciones y eso en un día tan marcado como hoy genera algo que hasta ahora nunca habían generado: mal rollo.  

Al equipo no le queda otra que levantarse y quitarse los complejos. Valorar mucho más su potencial colectivo. Pulir el engranaje de los actuales recursos. Esperar el reencuentro con su afición como agua de diciembre. Y recordar el por qué de ser tan especiales.

Rememorando que aquellas últimas veces con situaciones dolorosas como contra el Elche, contra el Melilla, contra el Sanluqueño o contra el Córdoba sirvieron para levantarse más fuerte. Que triunfos ante equipos que eran individualmente más potentes como lo fueron el Haro, el Toledo o el Granada se consiguieron con la química de la fe ciega en ese sufrimiento colectivo casi heróico marca de la casa. Y que se han de quitar esa presión que les atenaza sabiendo que, si tenemos que descender, descenderemos. Pero siempre que sea con ese orgullosos de nuestros jugadores. 








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